La industria editorial (semi) comercial como comunidad. |
Pauline Van Mourik |
La mayoría de las personas forman a la vez parte de muchas comunidades diferentes. Recientemente leí un fragmento de un proselitista(1) de la ciber-comunidad. Era la primera vez que encontraba una descripción de la totalidad del ciberespacio en términos de comunidad. A la vez que el término se hace más y más elástico, aumenta y abarca más, parece que empieza a perder significado. Describir una cibercomunidad implica la posibilidad, si no la realidad, del ciberespacio como una zona de acción inclusiva. Pretender que los valores de cualquier grupo verdaderamente global e inclusivo sean descritos en un lenguaje común único es anatema para mí. No sólo hay que tener en cuenta en este tema los problemas básicos de las lenguas nacionales y regionales, sino también cuestiones culturales. Consideremos la siguiente situación en Japón, un pais conocido por sus industrias de alta tecnología y una sociedad que a su vez ha sido relativamente lenta para aceptar el correo electrónico (e-mail). Los prometedores "reports" de empleados cruzando las rígidas jerarquías sociales para enviar sus brillantes ideas por correo electrónico a sus jefes no cuajó como práctica. Hay una incompatibilidad básica entre la supuesta función social niveladora del correo electrónico y los valores culturales japoneses existentes. No obstante, en un nivel más general, este ejemplo nos recuerda que el debate sobre los valores de la comunidad "global" está todavía planteado desde una perspectiva occidental. Internet está jugando un papel enormemente importante en la creación de comunidades, pero pienso que la fantasía del cien por cien de nosotros incluidos en una única y universal cibercomunidad es un mito. Las comunidades online desarrollan a su alrededor una compleja configuración de intereses comunes de acuerdo a factores adicionales como la lengua, la profesión o la inclinación sexual. El grado con el que cualquier asociación se ve así misma como grupo o comunidad depende, en gran parte, de su razón inicial de ser. ¿Está un Newsgroup dedicado a los últimos plug-ins de Photoshop operando de modo comparable a asociaciones comunitaristas convencionales? Lo dudo. Siento entonces, al oir hablar de una cibercomunidad global lo mismo que sentiría escuchando hablar de algún tipo de "comunidad" invocada en un discurso de campaña de Bill Clinton. Está aumentando el uso de la idea de "comunidad" de un modo similarmente vago en la política inglesa. Todos los partidos se refieren a ella - aunque los laboristas lo hacen más a menudo, normalmente seguida de palabras como "sociedad civil"- para demostrar su compromiso con una sociedad inclusiva, participativa. Rara vez el concepto de comunidad es sostenido por políticas claras que ayuden realmente a hacer que tales condiciones sean una realidad. Describir la construcción de cibercomunidades como micro-política activa creo que hace más justicia a la Red. Como también, quizás, la metáfora de una anarquía feudal que ha sido utilizada para describir la Red y especialmente a los grupos Usenet. (Un newsgroup individual podría ser feudal en el sentido de que su administrador tiene el último poder sobre él, sin embargo ninguno de sus abonados o administradores tienen ningún poder sobre lo que pasa en otros newsgroups, que coexisten en el mismo nivel). Así pues, por un lado, estas descripciones tienen en cuenta los aspectos de auto-organización propios de las estructuras cibersociales, así como su carencia de un dispositivo de tomas de decisión centralizada o de autoridad regulada, como la que existe en los gobiernos democráticos. Pero por otro lado empiezan a parecer algo románticas frente al incremento del predominio corporativo en la red, el torrente de IPOs (ofertas públicas iniciales), la proliferacion de intranets de acceso limitado y las áreas de chat privadas, y los recientes (y en su mayoría exitosos) intentos de censura llevados a cabo por los gobiernos de todo el planeta. Pero se enfatiza lo pequeño y lo múltiple frente a lo centralizado y singular. Para mí esto es crucial en relación a la comunidad. ¿Qué papel juegan las publicaciones en la creación de comunidad?. Yo veo la lectura de publicaciones en parte como una actividad privada y en parte como una actividad social. El elemento social entra en juego en el momento en que un artículo es discutido o respondido de algún modo, pero también entra en juego este elemento social a través de la consciencia que el lector o la lectora tiene de formar parte de un grupo de lectores de artículos reunidos por una publicación concreta. Entra en juego cuando tú reflexionas sobre esa comunidad imaginada. Este sentido de comunidad puede ser alimentado o desatendido por la publicación debido a toda una serie de razones. La idea de responder al feedback puede simplemente ser la base para crear lazos incrementados entre el lector y la revista para aumentar los ingresos. Responder al feedback puede también ser la base para hacer la comunidad imaginada más concreta. Las publicaciones actúan como lugares de debate, y en consecuencia participan de la creación de comunidades. MUTE fue creado por artistas -Simon Washington y yo misma. Así que, inicialmente, era la comunidad (inglesa) de arte la que principalmente teníamos en mente como audiencia posible. Queríamos instigar un debate más comprometido observando los usos de nuevas tecnologías en el arte, el diseño y la arquitectura, y mirar en un amplio marco de cuestiones teóricas y sociales relacionadas entre sí. Gran parte de la principal corriente de prensa artística se caracteriza por una actitud que afirma que hasta que las obras de arte digital no alcancen un cénit imaginario de artificiosidad conceptual y técnica no merecerán una miradaatenta -salvo como encarnación una especie de voluntad cultural de virtualidad. Algo similar ocurre con el software y el hardware: se ha prestado muy poca atención al papel crucial y a menudo determinante que juegan en la producción artística y el diseño. Ni siquiera a nivel práctico, considerando qué envoltorios pueden ser buenos o malos. En Mute queríamos investigar proyectos interdisciplinares creados con tecnologías digitales, pero sin separarlos de su contexto histórico (artístico). Presentimos que era muy importante incluir textos de los diferentes profesionales implicados en esos métodos híbridos: programadores, teóricos, activistas, críticos, curators, editores o dibujantes de comics. Esta creciente comunidad de colaboradores ha tenido un papel muy importante a la hora de dar forma a la dirección editorial de Mute (que en sus cinco primeros números era en parte temática). Por supuesto, como editora es difícil resolver el problema de la financiación. A menudo me pregunto hasta qué punto la identidad y el contenido de Mute están determinados por el modo en que MUTE se financia. Mute no funciona en base a un acuerdo con una entidad financiera o una institución académica, sino que está subvencionado por Skyscraper Publishing, una empresa de proyectos de diseño digital, y por pequeñas donaciones esporádicas del Arts Council para viajes y promoción. Trabajamos en colaboración con los autores (a los que no podemos pagar) y funcionamos sin remuneración, lo que es tan habitual entre los editores independientes como entre los artistas que trabajan en el medio digital. Muchos de mis colegas ven esta situación con un profundo pragmatismo. Intentar separar completamente el comercio, la autonomía artística y el empleo es visto como algo improductivo y poco realista. No es tanto el cinismo o la visión estrecha de una "conciencia de clase virtual" -la consciencia de las contradictorias implicaciones sociales de las tecnologías digitales es amplia- como el deseo de trabajar a través de las posibilidades que estas tecnologías permiten. A nivel global, las estructuras de financiación de las artes varían mucho. Podemos considerar como ejemplo la situación de las subvenciones en USA, Australia, Inglaterra y Paises Bajos (u otros paises europeos). Después de las recientes "guerras de la cultura" y las reducciones en los fondos de las artes en USA o el clima político hostil que prevalece en la Inglaterra posterior a M. Thatcher, el plan holandés de financiación estatal probablemente les parezca el paraíso a los artistas ingleses y americanos. Quizá el patrón que guía la cultura anglo-americana exija un tipo diferente de comunidad que el modelo social-demócrata. Después de que el mercado de arte inglés cayera en 1991, la actitud del D.I.Y. (hazlo tú mismo), que estaba asociada con el desvarío de la escena de finales de los años ochenta, se impuso. Fueron los círculos independientes de artistas los que generaron algunas de las exposiciones más interesantes. Cualesquiera sean las ventajas y desventajas de los distintos modelos financieros y de subvención, no sólo condicionan las propias prácticas artíticas, sino también toda la infraestructura que debe rodear esas prácticas -incluyendo conferencias, publicaciones, seminarios etc... Estos contextos y necesidades financieras afectan a los tipos de discusión que están surgiendo sobre los nuevos medios, tanto online como off. Esta es también la razon por la que servidores de listas online (proyectos muy económicos), como Rhizome, me parecen tan interesantes. Han cultivado atrevidamente la idea de una cultura -¿o debería decir comunidad?- "potlach", regalada, como principio organizativo central. La comunidad de Mute se debe mantener en cambio a través de otros modelos menos directos de metodología editorial, intercambio y construcción de recursos. Pauline Van Mourik Broekman es artista y coeditora de "Mutedigitalartcritique". Abandonó los Paises Bajos en 1987 y desde 1988 hasta 1991 acudió al colegio de arte y diseño St. Martin's School en Londres. En 1994 fundó "Skycraper Digital Publishing" y comenzó a publicar "Mute". 1. Se refiere a Hakim Bey, y a su ensayo sobre el TAZ, del que publicamos el epígrafe específicamente referido a la red en esta misma sección. La traducción completa del TAZ se está preparando en 2 entregas en la revista Acción Paralela. La primera de esas dos entregas ya está publicada, en el número 3. |