Netopías, notopías...: cuerpos de conocimiento. |
Timothy Druckrey |
"El cyborg no reconocería el Jardín del Edén..." (Donna Haraway). "Hay poco de feedback en los asuntos humanos, y el ancho de banda es menor de lo que pensamos" (Marvin Minsky). Espacio y duración han llegado a dominar las conversaciones sobre el cambio de la modernidad a la posmodernidad. Y mientras, el debate sobre la conexión entre varios imperialismos espaciales y temporales, el límite del pensamiento crítico sobre la cultura, y las suavizadas contradicciones entre identidad (nacional y otras) y presencia persisten. El espacio podría ser la frontera final pero el asunto de la territorialidad y la habitabilidad de la matriz de la comunicación deja atrás la dimensión política del espacio sociológico. No obstante, los geo-espacios de la modernidad todavía están incrustados en las políticas globales. Justificando los ataques a Chechenia, el Ministro de Asuntos Exteriores ruso, Andrei Kozyrev recurrió a la intervención en el espacio post-imperial, el territorio de la identidad, el territorio de la historia y el territorio de la resistencia, todos ellos, por supuesto, para ser conquistados. Irónicamente, el presidente Bill Clinton se resiste a la intervención en Bosnia como una invasión de la integridad territorial soberana. Parece que el espacio, como la historia para Frederic Jameson, duele. Si verdaderamente entramos en lo que Virilio llama el "no-lugar de las tecnologías teletópicas", entonces una teoría de interacción y comunicación basada no en la mera presencia física, sino en formas de telepresencia (presencia en la distancia), debe acompañar el cambio a vectores de representación que, como escribe Virilio, en el electronic interface afectan al orden de sensaciones. Las tradiciones de la esfera pública, la sociología de la post-industrialización, la discursiva prudencia de la personalidad postmoderna, la incrustación o mejor dicho, inmersión en los mediascapes de la tele-cultura deben producir una práctica comunicativa cuyos límites no están proyectados en un espacio físico. En cambio, la geografía de la cognición, la utopía de las redes de la recepción y de la comunidad están emergiendo en territorios cuyo problema de mantenimiento es efímero, cuya posición en el espacio es delicada y cuya presencia es medida en actos de participación más que en coincidencias de localización. Durante las últimas décadas, la trayectoria de tanta investigación ha tenido como fin el desarrollo de sistemas de representación mediados por la conexión entre comunicación y computar. El choque de medios que al final se unirían en la invención de la imagen y el desarrollo de internet es de gran importancia. No es pura coincidencia que a finales de los cuarenta la inexorable fusión de matemáticas, física y biología con cibermedia, teoría de la comunicación y genética preparase el trabajo fundamental para una completa reconfiguración de la cultura basada en la ideología, si todavía no en la realidad de programas y algoritmos. No sorprende demasiado que el cambio de un sistema industrial basado en el materialismo estuviese siendo suplantado por un sistema post-industrial basado en medios en los que la ingeniería de la conciencia jugase un papel más profundo. La unión de lo televisual y las tecnologías de información era la base de una transformación social en cuyos medios de emisión, aparentemente, se barrió la aldea global proporcionando a su vez lo que Hans Enzesberger llamó una doctrina reaccionaria de salvación. El imperialismo tecnológico de la representación occidental encontró su metáfora en el lógico vínculo entre los medios de emisión y el capitalismo democrático. Limitada por un sistema de circulación unidireccinal, los medios de emisión nos sirven como púlpito de la cultura occidental. Desacostumbrados a la democracia de la participación, la formación de contenidos -encubierta para sostener algunos de los imperativos ideológicos de guerra fría con el Este- encontraba en las tecnologías una disponibilidad más amplia. Estas tecnologías, vídeo, los primeros ordenadores y lo interactivo proveyeron lo que son las raíces del desarrollo de las estrategias de medios alternativos y sistemas de distribución. De hecho el desarrollo de lo que son ahora las provocadoras y deslumbradoras expectativas mundiales para la comunicación Internet estaba siendo construida por el departamento de defensa para una comunicación internacional segura y un intercambio de datos. La historia, maduración, y el avance hacia el acceso público de Internet es una epopeya en progreso cuya historia no ha sido escrita. Baste decir que el cambio hacia el acceso público ha desafiado fundamentalmente un enorme aparato de prácticas culturales y ha iniciado la formación de una red comunicativa que a menudo parece rayar en un tipo de anarquía. Esto, acompañado de alteraciones decisivas en los campos de gráficos, tratamiento de imagen y animación, ha alimentado a lo que sin duda es la transformación más profunda en la epistemología de la cultura occidental. El conocimiento, la información y la representación han sido fusionadas con una tecnología de la comunicación que establece un vínculo experimental dentro de un sistema distribuido. Estar conectado ahora significa estar distribuido. Como Henri Lefevbre escribe: "el conocimiento cae en una trampa cuando hace representaciones del espacio, base del estudio de la vida, porque para hacerlo reduce la experiencia vivida. El objeto del conocimiento es precisamente la incierta y fragmentada conexión entre, por un lado, las representaciones elaboradas del espacio y por otro, los espacios descriptivos (junto con sus apuntalamientos) y este objeto implica (y explica) un sujeto en el cual lo vivido, lo percibido y lo concebido (conocido) se unen dentro de una práctica espacial". Si el mundo actual no da importancia al gran discurso, entonces uno tiene que valorar narrativas emergentes cuya legitimidad existe dentro de la relación entre tecnología y cultura. Estas formas existen en el punto de colapso de los problemas límite de la idea metafísica de modernidad. De hecho, la crisis de la modernidad empezó como el tropo de la ilustración que alcanzó la masa crítica en 1920. Tanto para la política como para la ciencia y la representación, el período de entre guerras presenció la apoteosis de los triunfos y desastres de la modernidad. Y lo que emergió en el despertar de la modernidad fue una ciencia sin un modelo material coherente, una política al borde de la destrucción y un campo de representación en el que la abstracción imperaba. Un tiempo importante en el que la posición de la forma estaba basada en la legitimidad resacosa y la autoridad equivocada. Lo que se materializó en el período de después de la guerra fue la crisis de lo simbólico que Arthur J. Miller describió como la pérdida de visualización. Computar reestableció la imagen como portadora no de verdades ilusorias, de sistemas fotográficos, sino como un medio, al igual que la conciencia, de transferir información. La visualización fue suplantada por la imaginación, lo que produjo una nueva capa de significado epistemológico. Fundido en una representación infográfica comprimida se produce un espacio en el cual la percepción y la información parecen unificadas. En Discourse Networks, Friedrich Kittler estableció la reciprocidad entre las tecnologías de representación y las arqueologías de información. "La red de discurso puede designar la red de tecnologías e instituciones que permiten a una cultura dada seleccionar guardar, y procesar los datos relevantes" (p. 369). Además, Kittler se da cuenta de los límites de la teoría retórica no mediada por la propia tecnología. Prácticas del cambio de información plagaron la cultura de la modernidad como lo harían sus prácticas económicas. Escribir ese proceso de incripción alineada con transferencia de datos, enraizó cambios catastróficos en la relación entre tecnologías en desarrollo y cultura. En 1900 la habilidad para registrar datos de los sentidos tecnológicamente cambió toda la red de discurso... Por primera vez en la historia, escribir dejó de ser sinónimo del almacenamiento en serie de datos. La grabación tecnológica de lo real entró en competición con el registro simbólico de lo simbólico. Más pertinentemente, la esforzada continuidad del cambio expuso a la constitución semiótica de ambos, mecanismo y significado de información: transferir mensajes de un medio a otro siempre trae consigo el volver a darles forma para ajustarlos a nuevos estándares y materiales. En una red de discurso que requiere una consciencia de los límites que dividen un orden de la experiencia de los sentidos del otro, la transposición necesariamente toma el lugar de la traducción. La transposición debería servir como metáfora para el desarrollo de las tecnologías de comunicación que establecen un metaespacio en el cual la experiencia evoluciona colaborativamente. La Global Village, de Marshall MacLuhan, la Informational City, de Manuel Castell, y la Mentópolis de Marvin Minskys permanecen al lado de las ciudades ficcionales de William Gibson en Neuromancer y de Neal Stephenson en Snowcrash. En estos espacios ambiente-mentales los acontecimientos cambiantes son la clave de la experiencia. Castells escribe: "El hecho de que las nuevas tecnologías estén enfocadas al tratamiento de información tiene consecuencias a largo plazo para la relación entre las esferas de los símbolos socioculturales y las bases productivas de la sociedad. La información está basada en la cultura y el tratamiento de la información es, de hecho, manipulación del símbolo a base del conocimiento existente. Si el tratamiento de la información llega a ser la clave componente de las nuevas fuerzas productivas, la capacidad simbólica de la nueva sociedad lo será, colectivamente, así como lo fue en la posmodernidad. Uno podría pensar en las comunidades como pos-geográficas. Están unidas por lo indispensable de sostener la continuidad en medio de una cultura digital nómada conectada por un contacto ininterrumpido pero alineada de la utilización de la tecnología como íntima y dotadora de poder. Las publicaciones que surgieron fruto de la relación entre el desarrollo de la cibernética, comunicación, urbanismo, identidad y la red propusieron magníficos cambios a las tradiciones de cultura. Y simultáneamente esas publicaciones acentuaron una vez más la necesidad de considerar la función completa de la cultura dentro de la concepción tecnológica de la conexión y los sistemas distribuidos. Esta claro que las teorías de sistemas, de la comunicación, inteligencia, biología, identidad, colectividad, democracia y la política no bastarán para abarcar el significado de las culturas digitales. En cambio, las teorías de la comunicación necesitarán ser reformadas en cuanto a interacción, dispersión y tecnología". En los innumerables sites de la red -MOOs, MUDs, páginas web- hay pérdida de lo real. Las ramificaciones de este acelerado cambio social son difíciles de valorar. Ninguna transformación cultural ha sucedido sin su correspondiente tecnología. Las redes de trabajos, los sistemas expertos, la inteligencia artificial, biogenética, etc... son formas en las que están basadas las prácticas del futuro. Cuánto se relacione esto con las publicaciones del estudio cognitivo y la representación es fundamental para los medios de desarrollo de las redes hiper, inter, ciber y virtuales. De hecho, el desarrollo de los medios digitales, precisó un proceso que explicase el significado de la tecnología en términos de sus significados estéticos y políticos. Por supuesto, incluso en el sistema distribuido de comunicación digital, la cuestión del poder es esencial precisamente porque parece dispersa. La ciberélite es ahora una entidad transparente que sólo puede ser imaginada (Critical Art Ensemble). Unido esto a una serie de efectos respecto a todo lo que conlleva sobre la vigilancia a la identidad y las ramificaciones de la cultura electrónica, la transformación alcanza proporciones escalofriantes. Como escribe Virilio: "Con la proliferación industrial de prótesis audiovisuales y el uso descontrolado de transmisión instantánea desde los primeros momentos de la niñez, ahora vemos con rutina la elaboración mental de imágenes increíblemente codificadas junto con un constante declive de la capacidad de retención y recuerdo. En otras palabras, estamos viendo el rápido colapso del bloqueo mnemotécnico". Este colapso sólo parece natural, si uno recuerda, al contrario, que el ver, y la capacidad de organización espacio-temporal, precede al gesto y al habla y a su coordinación en el conocer, reconocer y tomar conocimiento (como las imágenes en nuestros pensamientos), e incluso nuestros mismos pensamientos y funciones cognitivas, que nunca son pasivas. |